En 1988 el Instituto Nacional Indigenista publicó un extenso volumen al cumplirse 40 años de vida de la institución, nacida el 4 de diciembre de 1948 como respuesta a lo acordado en el seno del Instituto Indigenista Interamericano de impulsar la creación de organismos especializados en la atención a la población indígena en los países miembros. Varios son los trabajos incluidos en ese volumen que procuran hacer un balance de la política y la acción del ini o, de manera más amplia, del indigenismo revolucionario mexicano. Como no podía ser de otra manera, en la mayoría de los análisis se hace referencia a la trayectoria intelectual, personal y política de Gonzalo Aguirre Beltrán, aunque hay dos que aportan materiales decisivos para un trabajo de lo que podría denominarse “la historia intelectual” del ilustre veracruzano: uno de los textos, del propio Aguirre, anuncia en las primeras líneas el propósito de referirse a su “desempeño como director del Instituto Nacional Indigenista durante el sexenio servido por el presidente Luis Echeverría -1° de diciembre de 1970 a 30 de noviembre de 1976”,1 pero en realidad las referencias históricas, teóricas y políticas abarcan un periodo mucho más amplio, ya que este “relato previo, y en mucho anecdótico, [alude a] los veinticinco años de mi anterior diligencia. Ésta se inicia poco antes del término de la Segunda Guerra Mundial y de mi regreso al país, luego de haber gozado una beca concedida por la Fundación Rockefeller que me permite recibir, en Northwestern University, el año lectivo 1944-45, un barniz de conocimientos etnológicos, muy necesarios para mi formación científica”.2 El otro texto, debido a la pluma de Guillermo de la Peña, se titula “Gonzalo Aguirre Beltrán” y encabeza la sexta sección del libro alusiva a los “Trabajadores Indigenistas”, conjunto de ensayos bibliográficos denominados “Alfonso Caso”, “Luis Chávez Orozco”, “Julio de la Fuente”, “Alfonso Fabila”, “Manuel Gamio”, “Ricardo Pozas”, “Moisés Sáenz” (escrito éste por Aguirre Beltrán) y “Alfonso Villa Rojas”, y dedicados, aunque la lista diste de ser exhaustiva, a miembros destacados del indigenismo mexicano del siglo xx.
Al tiempo que se publicaba Instituto Nacional Indigenista, 40 años, Félix Báez-Jorge, en ese momento Consejero Cultural de la Embajada de México en Cuba (1986-1989), redactaba el estudio introductorio al libro de Aguirre Beltrán Crítica antropológica. Contribuciones al estudio del pensamiento social en México denominado, significativamente, “Claves de un diálogo entre la antropología y la política” que se inicia también con una referencia temporal: “A lo largo de medio siglo de quehacer intelectual Gonzalo Aguirre Beltrán ha diluido las sombras que normalmente oscurecen la relación entre la idea y el acto, entre el pensamiento y la acción. Es evidente que para comprender en su compleja dimensión sus logros indiscutibles, precisa ir más allá de los rígidos marcos de las tipologías que clasifican a los cultivadores del pensamiento y a los oficiantes de las tareas públicas”.3
Como el lector podrá comprobar en las páginas que siguen, los escritos de Báez-Jorge y de la Peña constituyeron un guía importante para ampliar el breve texto original que redacté en 1996, al participar en el homenaje a Aguirre Beltrán organizado por la Universidad Veracruzana.4 Intento en esta versión más extensa no sólo indicar las razones por las que la trayectoria de la antropología médica en México es impensable sin la impronta de los escritos de Aguirre Beltrán, sino también aludir a su aporte a los aspectos formativos de la disciplina en su versión mexicana contemporánea, a la imbricación que en ella tienen “los planos de lo político y lo científico” (Báez-Jorge) y –por qué no advertirlo desde el principio– a ciertos enfoques, afirmaciones o posturas con los que me permito disentir.
El reconocimiento de la obra y la trayectoria de Aguirre Beltrán están ampliamente documentadas, y la adhesión a los homenajes que se le rindieron en vida proviene de autores inscritos en muy diversas corrientes de pensamiento. Como aportes indudables a su “historia intelectual y política” pueden consultarse, cuando menos, los tres tomos editados por el Instituto Indigenista Interamericano,5 las Memorias del volumen Gonzalo Aguirre Beltrán. Homenaje nacional, y la colección de trabajos publicados en el Cuaderno de la Casa Chata N° 159, Medicina tradicional y atención primaria. Ensayos en homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán,6 que reúne textos del propio homenajeado, de Eduardo L. Menéndez, Carlos Viesca Treviño, Xavier Lozoya L. y Leonel Durán Solís. En las “Palabras introductorias” a este Cuaderno, Eduardo Menéndez no vacila en afirmar: “Estamos reunidos para rendir homenaje, a una de las figuras de mayor importancia no sólo de la antropología médica mexicana, sino de la antropología latinoamericana. Considero que no es una coincidencia el hecho de que este homenaje se inicie con una Mesa sobre Antropología Médica, ya que esta área antropológica ha sido una de las constantes en la producción del maestro Aguirre Beltrán. Su reciente libro7 es una evidencia de esta continuidad, pero toda su obra teórica y práctica señala sin lugar a dudas que la Antropología Médica ha sido y es un campo privilegiado para su reflexión y crítica. Todos los aquí presentes conocemos los aportes a la Antropología Médica generados por el maestro; pero quisiera enfatizar que por encima de las diferencias que toda obra importante suscita, considero a Aguirre Beltrán como la figura latinoamericana de mayor significación en esta área del conocimiento antropológico”.8
Una de las indudables peculiaridades que se ofrecen al investigador de la obra de Aguirre Beltrán es el rigor con que están escritos, acotados y expuestos cada uno de los textos dados a las prensas. Una prueba de ello son las copiosísimas notas a Programas de salud en la situación intercultural (exactamente 100, además de dos largos prólogos a las reimpresiones, para un libro cuyo cuerpo principal no supera las 150 páginas), a Medicina y magia (¡574, sin contar el texto introductorio, 526 referencias a los legajos y fojas de los ramos Inquisición y, en menor medida, Reales Cédulas, más la bibliografía colonial y moderna!) o a Regiones de refugio (346, algunas de ellas verdaderos artículos, como cuando expone y discute el problema de la descripción de las
regiones de refugio andinas, con sus “tres grupos de población que se distinguen, tradicionalmente, con base en su origen étnico: los indios, los cholos y los mistis”). Esas abundantísimas notas, decía, crean un subtexto explicativo y dialogante, un contexto (con-textos) que opera como una compleja red de referencias directas e indirectas, constituyéndose como una suerte de campo (en el sentido en que Bourdieu da al término), como “una red de relaciones objetivas (de dominación o subordinación, de complementariedad o antagonismo, etc.) entre posiciones”.9 Esta peculiaridad de la escritura de Aguirre Beltrán, esas estrategias discursivas que, como en el caso de la antropología médica, han sido ordenadas para establecer la genealogía de la disciplina construida a partir de herencias múltiples que se expresan en el marco nacional, esa actitud atenta a la teoría como base y garantía de las posibilidades aplicativas, en fin, la ubicación de los temas prioritarios en la convergencia de corrientes teóricas y teórico-políticas, dan a las obras cierto aire polifónico cuyo primer efecto es el de recusar la lectura unívoca. Así, por ejemplo, al dar cuenta Báez-Jorge de la importancia de El proceso de aculturación (“la obra toral del indigenismo mexicano”) como expresión de la conjunción de “un paradigma científico” con “las propuestas de un programa político de inspiración nacionalista”, muestra cómo la obra concreta, “con la lógica dialéctica como instrumento (...), las principales corrientes antropológicas de la época, el nacionalismo de los liberales jacobinos del México decimonónico, el ideario agrarista de los revolucionarios mexicanos, el marxismo latinoamericano que remite directamente a Mariátegui, la llamada ‘filosofía de lo mexicano’, y el pensamiento de los antropólogos mexicanos fundadores del indigenismo”.10
Concluyo estas primeras observaciones señalando que la lectura diacrónica de los materiales (y, no menos importante, de la trayectoria pública de éstos y del propio Aguirre) es la que mejor permite ver la forja de la antropología médica, a la que dedicó 40 años de atención teórica y política. A mi juicio, esa trayectoria no debe ser observada sólo en relación a las ideas y tareas relativas a la salud y la enfermedad, a las medicinas de “médicos y zahoríes”, a la nutrición y el saneamiento, a la epidemiología, la herbolaria medicinal o la magia. La antropología médica de Aguirre Beltrán es deudora, además y principalmente, de sus ideas respecto de la conformación de la interculturalidad en las regiones de refugio, de los vínculos (ecológicos, económicos, culturales y sociales) entre comunidad y región, de su concepción de la cultura y el cambio cultural, del debate sobre raza, casta y clase, de las relaciones entre la sociología y la antropología, de la teoría y la práctica indigenistas, y, para decirlo con sus propias palabras, de lo que aporta a la luz de las ideas ajenas o propias “el discernimiento de los hechos” al observar las regiones y las comunidades a las que se planea llevar la acción indigenista, se trate de la Meseta Tarasca, los Altos de Chiapas o la Sierra Tarahumara: “Los ensayos histórico-geográficos de Brand y West son, a mi juicio, seminales y a su influencia –unida a la que en mí produce la lectura precedente de Habitat, economy and society: A geographical introduction to ethnology (1934) de C.
Daryl Forde– atribuyo la relevancia que en mis obras doy a la ecología como uno de los factores determinantes de la cultura; pero esta inclinación en modo alguno justifica mi afiliación a la escuela ecológico-cultural presidida por Julian Steward y a su corolario el evolucionismo multilineal. Mis recensores se engañan al suponer tal parentesco. Las coincidencias que se han advertido son producto de indagaciones sobre el mismo terreno y de reacciones ante estímulos semejantes.(...) Mi enfoque no es evolucionista sino integrativo y aculturativo”.11
Concluyo estas primeras observaciones señalando que la lectura diacrónica de los materiales (y, no menos importante, de la trayectoria pública de éstos y del propio Aguirre) es la que mejor permite ver la forja de la antropología médica, a la que dedicó 40 años de atención teórica y política. A mi juicio, esa trayectoria no debe ser observada sólo en relación a las ideas y tareas relativas a la salud y la enfermedad, a las medicinas de “médicos y zahoríes”, a la nutrición y el saneamiento, a la epidemiología, la herbolaria medicinal o la magia. La antropología médica de Aguirre Beltrán es deudora, además y principalmente, de sus ideas respecto de la conformación de la interculturalidad en las regiones de refugio, de los vínculos (ecológicos, económicos, culturales y sociales) entre comunidad y región, de su concepción de la cultura y el cambio cultural, del debate sobre raza, casta y clase, de las relaciones entre la sociología y la antropología, de la teoría y la práctica indigenistas, y, para decirlo con sus propias palabras, de lo que aporta a la luz de las ideas ajenas o propias “el discernimiento de los hechos” al observar las regiones y las comunidades a las que se planea llevar la acción indigenista, se trate de la Meseta Tarasca, los Altos de Chiapas o la Sierra Tarahumara: “Los ensayos histórico-geográficos de Brand y West son, a mi juicio, seminales y a su influencia –unida a la que en mí produce la lectura precedente de Habitat, economy and society: A geographical introduction to ethnology (1934) de C. Daryl Forde– atribuyo la relevancia que en mis obras doy a la ecología como uno de los factores determinantes de la cultura; pero esta inclinación en modo alguno justifica mi afiliación a la escuela ecológico-cultural presidida por Julian Steward y a su corolario el evolucionismo multilineal. Mis recensores se engañan al suponer tal parentesco. Las coincidencias que se han advertido son producto de indagaciones sobre el mismo terreno y de reacciones ante estímulos semejantes.(...) Mi enfoque no es evolucionista sino integrativo y aculturativo”.11
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Dicho lo anterior, parece posible identificar los rasgos fundamentales de la antropología médica de Aguirre Beltrán atendiendo a dos grandes coordenadas:
I) La que resulta de considerarla como un cuerpo de teorías, programas y acciones de la antropología aplicada, para operar esencialmente en las
regiones interculturales de refugio como proyección de los planes y tareas integrales de la agencia indigenista por excelencia, los centros coordinadores creados por el ini a partir de 1951. El correlato objetivo que determina esta necesidad de actuar apelando a las herramientas de la antropología está dado por la situación creada en el decurso histórico moderno que va desde el trabajo pionero de Gamio en Teotihuacán hasta el del propio Aguirre en el Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil de los Altos de Chiapas. Cuatro grandes momentos son posibles, a juicio del autor, de identificar en este proceso de desarrollo de la comunidad: 1) la experiencia de Gamio en Teotihuacan, 2) la construcción de un sistema de escolarización para la población rural pre-alfabeta, 3) la dotación de tierras que llevó a cabo la reforma agraria y la constitución de la propiedad ejidal, y 4) la penetración las ideas y prácticas de la medicina científica, a través de la salud pública, en las regiones y comunidades indígenas pre-industriales y tradicionales. Para Aguirre Beltrán estas cuatro experiencias forman un continuum en “la experiencia mexicana de desarrollo de las comunidades” que “permitió a los científicos especializados en la aplicación de las ciencias sociales formular un conjunto unificado de ideas y prácticas que recibe la designación de acción integral y que constituye la teoría que dio forma a las agencias de mejoramiento y de integración llamadas centros coordinadores”.12
El reconocimiento del enfoque de Gamio y su acción inaugural quedan claramente expresadas en las páginas introductorias a Regiones de refugio, donde ese proceso es descrito para reconstruir el “primer ensayo de conceptualización y aplicación de una teoría de desarrollo de la comunidad (que) se llevó a cabo por los años iniciales del movimiento revolucionario y tuvo como escenario una comunidad indígena, sede de una antigua civilización, cuyo mejoramiento e integración a la sociedad nacional se intentó por medio de una acción, denominada integral, que tomó en consideración la totalidad biológica, psicológica, social, económica y cultural de la unidad regional”.13
Para nuestros propósitos resulta esencial el cuarto momento, en razón de que “la íntima conexión de la medicina con otros aspectos importantes de la cultura hizo aparente la ineficacia de implementar programas unilaterales en comunidades indígenas donde es prácticamente imposible abstraer un aspecto de la cultura de su contexto social. Los programas de salud requerían para su éxito quedar comprendidos dentro de programas más amplios de desarrollo”. 14 En otras palabras, se trataba de una conjunción entre los postulados y las acciones revolucionarios, el desarrollo integral de la comunidad, la valoración de la estructura social y la aplicación de las ciencias sociales. Es en ese contexto en el que la antropología médica comenzaba así a definir su estatuto teórico y su naturaleza instrumental, como quedó demostrado con la elaboración de Programas de salud en la situación intercultural, en 1955.
El “Prólogo a la segunda reimpresión” de Programas de salud en la situación intercultural constituye un documento de particular relevancia para los
interesados tanto en la antropología médica, la medicina tradicional y las estrategias de salud del indigenismo, como por el hecho, nada desdeñable, de permitir apreciar el balance que Aguirre Beltrán realizó de las tesis básicas de la obra “treinta y cinco años después de haber sido publicada por el Instituto Indigenista Interamericano y reimpresa, en 1980, por el Instituto Mexicano del Seguro Social”.15 En efecto, el autor se refiere a ella para precisar “el conocimiento del contexto en que escribí ésta mi primera contribución a la antropología médica, y los desarrollo teóricos y prácticos que a ella siguieron, los estimo necesarios para hacer notar su vigencia, en las regiones interculturales de refugio”.16 El “Prólogo”, un texto de casi veinte páginas impresas, es al mismo tiempo un balance teórico y una exposición del decurso histórico de los diferentes momentos de la disciplina (incluso antes de constituirse como tal en el sentido moderno), desde la labor de “los misiones antropólogos” que a partir del siglo xvi, al lado de “conquistadores y oficiales reales se afanan en dar forma a una colonia de explotación” y, “como medio de cumplir el desempeño apostólico con conocimiento de causa, se convierten inesperadamente en antropólogos, etnógrafos, linguistas o ambas cosas”.17 Decurso histórico y teórico que Aguirre Beltrán expondrá largamente en las páginas de su Antropología médica.18
El enfoque adoptado por el autor le permite, como en otros textos a propósito de la demografía, la antropología política, las lenguas vernáculas o la educación, insertar su pensamiento en los procesos concretos tanto de los desarrollos disciplinarios como de las políticas de Estado y de la acción indigenista.19 Este hecho, capital a nuestro parecer, responde a una impronta, señalada por el propio Aguirre: “La consideración que la antropología médica [en México] otorga a la investigación histórica deriva, indudablemente, de la persistencia, en las comunidades étnicas, de concepciones y patrones de acción, modificados por la instancia colonial, que se encuentran originalmente entre los mexicanos antiguos. Añádase a lo anterior la vigencia del proceso de cambio sociocultural en las regiones interculturales de refugio, hoy existentes, y la necesidad de examinar y evaluar modelos en qué fundar los programas de desarrollo indígena y rural puestos en marcha por el movimiento social de 1910 y podrá explicarse nuestra vocación histórica y continuidad en el enfoque del tiempo colonial al contemporáneo. La escuela rural mexicana, las misiones culturales, los centros coordinadores indigenistas, tienen paradigmas en el pasado que, de una u otra manera, se han tomado en cuenta para implementar el trabajo de salud en los pueblos étnicos”.20
II) La otra coordenada es la que remite a la estructura misma de la teoría antropológico-médica, a las fuentes que Aguirre Beltrán reconoce como antecedentes específicos de la disciplina, a los temas que considera pertinentes y al entramado que resulta de todo lo anterior, sus vínculos disciplinarios, su extensión y sus límites. La identificación del objeto de la disciplina y de las perspectivas del campo aplicativo, Aguirre Beltrán la obtiene del análisis de dos órdenes de hechos y procesos: el que resulta de las ideas que toda sociedad forja respecto del proceso salud/enfermedad/atención, y el
que puede verificarse en el devenir histórico de diferenciación de las sociedades industriales en contraste con las preindustriales: “Bien se sabe que la salud es condición necesaria en la producción y reproducción de la sociedad; pero su mantenimiento se procura por muy diversos caminos. Toda sociedad posee un sistema coherente de ideas que le conducen a clasificar las enfermedades, a interpretar sus causas y a ejecutar prácticas destinadas a restaurar la salud cuando ésta se pierde. Toda sociedad tiene especialistas adiestrados, en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, de acuerdo con ese sistema de ideas. Las sociedades preindustriales, sin embargo, carecen de los esquemas de experimentación controlada y las técnicas complejas que son características del diagnóstico y el tratamiento en las sociedades industriales. Los especialistas en las comunidades indígenas operan de acuerdo con las interpretaciones tradicionales de la causa de males y accidentes; distintas a las que participan de una orientación científica. El interés de los antropólogos por la medicina fue un subproducto de sus labores etnográficas. En el curso del trabajo de campo y al describir las formas de vida de las comunidades indígenas y rurales acumularon un gran número de datos sobre patrones de conducta en lo que hace a aspectos tan variados como el parentesco, la economía, la religión, el arte, los valores y otros aspectos de la cultura. Entre estos rasgos les llamaron la atención las ideas y prácticas, generalmente ligadas a las concepciones religiosas que tienen los pueblos estudiados, sobre la causalidad de las enfermedades y sobre la manera de tratarlas. Estas ideas y prácticas son las fuentes donde tuvo nacimiento la antropología médica”.21
Ese interés de los antropólogos por la medicina no debe considerarse un hecho marginal sino el germen mismo de la antropología médica, como Aguirre Beltrán lo demostrará ampliamente al analizar los antecedentes nacionales e internacionales de la disciplina al examinar las obras de autores como Bronislaw Malinowski, George Foster, Lyle Saunders, Ralph Beals, Isabel Kelly, Richard Adams o los investigadores vinculados a la Russell Sage Foundation. El término “subproducto” es más descriptivo que valorativo, como puede apreciarse al examinar las numerosas etnografías auspiciadas y publicadas por el ini, si bien es cierto que en no pocos casos los datos sobre salud/enfermedad se convirtieron en un tópico más o menos esquemático dentro de la descripción de los “ciclos de vida” de los grupos etnolinguísticos estudiados. Es preciso señalar también que las referencias antropológico-médicas dejarán de ser marginales cuando la disciplina aparezca sólidamente constituida, para convertirse en el objeto central del registro o del análisis, conservándose la valoración de las simbolizaciones como campo privilegiado de la antropología médica: “Dado que los padecimientos constituyen hechos cotidianos y recurrentes, y que una parte de los mismos pueden aparecer ante los sujetos y los grupos sociales como amenazas permanentes o circunstanciales, a nivel real o imaginario, los conjuntos sociales tienen la necesidad de construir significados sociales colectivos respecto de por lo menos algunos de dichos padecimientos. El proceso salud/enfermedad/atención ha sido, y sigue siendo, una de las áreas de la vida colectiva donde se
estructuran la mayor cantidad de simbolizaciones y representaciones colectivas en las sociedades, incluidas las sociedades actuales”.22
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Cuando elaborábamos las obras que el Instituto Nacional Indigenista (ini) publicó, en 1994, bajo el título de Biblioteca de la medicina tradicional mexicana registramos 48 trabajos de Aguirre Beltrán que estimamos caían bajo la etiqueta genérica de “antropología médica”, y que reproducimos al final de este trabajo. En estricto orden cronológico, la lista se abre con “La medicina ilusoria de los negros”, artículo publicado en 1943 en el Anuario de la Sociedad Folklórica de México, y se cierra con un texto recogido en Crítica antropológica. Contribuciones al estudio del pensamiento social en México, publicado en 1990 y denominado “Francisco Flores”, en donde se examinan el pensamiento y la obra del gran historiador de la medicina mexicana.
Seguramente influido de manera decisiva por su primera formación profesional –Aguirre Beltrán concluyó a los 23 años su carrera de médico en la Universidad Nacional Autónoma de México–, por el hecho determinante de que la situación de salud de los pueblos indígena es un factor constituyente de la estructura social23 que, como tal, él estudió desde distintas perspectivas y con diversas herramientas científicas y metodológicas, y debido también a la circunstancia de que educación y salud constituyeron un binomio persistente en los programas sociales herederos de la Revolución mexicana, no resulta casual que los temas médicos y el abordaje antropológico-médico fueran recurrentes en su extensa y fructífera labor intelectual, política y práctica. Al aludir a la elaboración y publicación del primer libro de Aguirre Beltrán, El señorío de Cuauhtochco, Guillermo de la Peña ha señalado: “Basado en sus pesquisas huatusqueñas y en un amplio manejo de fuentes y literatura –asombroso en un autodidacta–, este libro prefigura varios de los temas recurrentes en la obra de Aguirre Beltrán: la persistencia secular de la dominación del indio, la resistencia de éste, los cambios culturales, la organización sociopolítica local, las condiciones socioeconómicas de la salud”.24
La observación de de la Peña es indicativa de uno de los caminos –pues a nuestro juicio fueron varios– que transitó Aguirre Beltrán a partir de una temprana percepción de los vínculos que existían entre las ciencias sociales y las ciencias biológicas, entre la antropología y la medicina, entre la historia y la antropología: “Si algo caracteriza a la antropología mexicana –reitera–, ese algo es su vocación aplicada y su vocación histórica; rasgos patognomónicos que se manifiestan consecuentemente, en sus ramas o subdisciplinas: la antropología médica, primera entre ellas”.
No ignoro que algunos de sus trabajos breves anticipan los contenidos y las modalidades estilísticas de obras de mayor aliento, que varios de los títulos se
repiten y que aparecieron publicados una y otra vez con correcciones, supresiones o adiciones, generalmente enriquecidos después de haber sido lanzados al cumplimiento de una tarea que no sólo es teórica o intelectual, sino también instrumental y política. Éste es el caso, muy claro, de artículos como “El cuidado de la madre y del niño”, “Cultura y nutrición”, “El curandero”, “Educación indígena”, “La familia de los Solanos”, “La medicina negra”, “Nagualismo y complejos afines”, “El peyotl zacatequensi”, “Medicina y magia”, “Los programas de salud interpretados en la situación intercultural”, “Saneamiento del medio”, “La medicina española” y “Materia médica colonial”, textos todos de 1955 que circularon en ediciones mimeográficas entre colegas y, sobre todo, entre el personal del ini, y que más tarde pasaron a formar el núcleo, o parte esencial de él, de Programas de salud en la situación intercultural, de Medicina y magia. El proceso de aculturación en la estructura colonial o de Antropología médica. De manera simultánea (deseo enfatizar esto) a la elaboración de Programas de salud..., Aguirre Beltrán inicia a mediados de los 50 su célebre curso en la Escuela de Salud Pública y discute “con epidemiólogos reunidos por la Organización Mundial de la Salud, en su asamblea celebrada en tal año (1955), en la ciudad de México, los fundamentos de la antropología médica”;25 es, además, en ese momento, subdirector del ini durante el periodo comprendido entre 1952 y 1956. Como diría Borges refiriéndose a su personaje Pierre Menard, la “obra visible” de Aguirre Beltrán representada por los textos es sólo parte de la “obra invisible”. La elección de los temas, de los espacios editoriales, del momento histórico- político escogido para darles difusión (en 1955 los primeros Centros Coordinadores han cobrado realidad y se trata, en buena medida, de consolidarlos como unidades operativas en las regiones interculturales) e, incluso, de la “factura” de muchas de estas publicaciones (textos de 10 a 20 páginas, mimeografiados, que circulan entre el personal de las “agencias indigenistas”), la docencia en antropología impartida a estudiantes de medicina y la dirigencia en el ini, otorgan a nuestro autor el perfil definitivo del “intelectual orgánico”, para usar la expresión de un pensador extensamente citado por Aguirre Beltrán, el marxista italiano Antonio Gramsci.26
Entre los nombres eminentes que han saludado la obra antropológico- médica de Aguirre Beltrán baste la mención de sus contemporáneos Manuel Gamio, Demetrio Sodi, Germán Somolinos D’Ardois o Pedro Daniel Martínez. No quisiera repetir, ni intentar el “refrito frustráneo”, para decirlo con sus justas y ácidas palabras, lo que ellos y muchos otros han dicho oportunamente de Programas de salud..., Medicina y magia o Antropología médica, sin olvidar algunas páginas memorables de Cuijla relativas a la medicina tradicional de Cuajinicuilapa, y sobre la sombra y el animal.27
Permítaseme, entonces, distinguir en su obra siete u ocho temas que son del máximo interés para quienes nos dedicamos al estudio de la medicina tradicional, la antropología médica y las relaciones entre cultura, salud y enfermedad:
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El próximo 20 de enero de cumplirán 100 años del nacimiento de más ilustre de los tlacotalpeños. Comienzan ya a insinuarse iniciativas para conmemorar el aniversario y atraer la atención sobre la obra, la trayectoria política y académica, y la personalidad de Gonzalo Aguirre Beltrán, en una cita a la que seguramente concurrirán quienes, desde diversos ámbitos y posiciones intelectuales y teórico políticas, lo reconocen como uno de los más
importantes intelectuales mexicanos y americanos del siglo xx.
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Textos de Gonzalo Aguirre Beltrán relativos a la antropología médica, la salud, la medicina tradicional y la etnobotánica medicinal, registrados por orden cronológico:
1 Aguirre Beltrán, Gonzalo, “Formación de una teoría y una práctica indigenistas”, en Instituto Nacional Indigenista, 40 años, México, ini, 1988, p. 11.
2 Ibíd.
3 Báez-Jorge, Félix, “Claves de un diálogo entre la antropología y la política (Estudio introductorio)” en Aguirre Beltrán, Gonzalo, Crítica antropológica. Contribuciones al estudio del pensamiento social en México, México, uv-ini-Gobierno del Estado de Veracruz, fce, 1990, p. 7.
4 Zolla, Carlos, “Gonzalo Aguirre Beltrán y su contribución a la antropología médica”, en Gonzalo Aguirre Beltrán. Homenaje nacional. Memorias, Xalapa, Ver., Universidad Veracruzana, 1996, pp. 179-188.
5 Homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán, México, Instituto Indigenista Interamericano-Universidad Veracruzana, 1974, tres vols.
6 Aguirre Beltrán, Gonzalo et al., Medicina tradicional y atención primaria. Ensayos en homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán, México, ciesas, 1987.
7 Menéndez se refiere a Antropología médica, editado por el ciesas, sede del homenaje, en 1986.
8 Menéndez, Eduardo L., “Palabras introductorias” a Aguirre Beltrán, Gonzalo et al., Medicina tradicional y atención primaria. Ensayos en homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán, México, ciesas, 1987.
9 Bourdieu, Pierre, Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario, Barcelona, Anagrama, 1995, p. 342.
10 Báez-Jorge, Félix, “Claves...”, p. 15.
11 Aguirre Beltrán, Gonzalo, “Formación de una teoría...”, p. 16.
12 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Regiones de refugio. El desarrollo de la comunidad y el proceso dominical en Mestizoamérica, México, ini, 1987, pp. xiv-xv.
13 Op. cit., p. xiii. El subrayado es mío, c. z.
14 Ídem, p. XIV. El subrayado es mío, c. z.
15 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Programas de salud en la situación intercultural [1955], México, Universidad Veracruzana, Instituto Nacional Indigenista, Gobierno del Estado de Veracruz, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 7.
16 Ibíd. El subrayado es mío, c. z.
17 Ibíd., p. 13.
18 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Antropología médica, México, ciesas, Ediciones de la Casa Chata, 1986, 312 pp.
19 Félix Báez-Jorge aborda esta importante cuestión en el artículo ya citado “Claves...”, pp. 7-42, y en especial, pp. 30-31.
20 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Programas de salud..., pp. 11-12.
21 Ídem., p. 29. El subrayado es mío, c. z.
22 Menéndez, Eduardo, “La enfermedad y la curación. ¿Qué es la medicina tradicional?, en Alteridades, 1994, 4 (7), p. 71.
23 “La salud, en efecto, es parte integral del fenómeno social y no una variable independiente que pueda considerarse aislada de su contexto. Esta verdad, aparentemente exagerada por no ser explícita en nuestra cultura, adquiere su sentido cabal cuando contemplamos las ideas y patrones de acción que respecto a salud y medicina tienen las comunidades indígenas del país y nos encontramos en la imposibilidad de separarlas de las creencias, valores y significados morales, religiosos y sociales que integran y dan una firme cohesión a esas sociedades”. Aguirre Beltrán, Gonzalo, Programas de salud..., p. 36.
24 De la Peña, Guillermo, “Gonzalo Aguirre Beltrán”, en Instituto Nacional Indigenista. 40 años, México, ini, 1988, p. 356.
25 Para apreciar la relación entre docencia, actividad sanitaria y función de los escritos que en ese momento preparara Aguirre Beltrán, vale la pena reproducir los primeros párrafos de Programas de salud en la situación intercultural: “Los principios que rigen las actividades sanitarias en la situación intercultural (en nuestro caso las zonas indígenas en las que conviven en estrecha interdependencia socio-económica indios y mestizos) son expuestos con todo detalle en los distintos capítulos que componen el presente estudio normativo [el subrayado es mío, c. z.] basado en la experiencia de México. Estos principios han sido llevados a la práctica por los Centros Coordinadores del Instituto Nacional Indigenista (proyectos regionales de desarrollo integral) que tienen a su cargo actividades varias entre las cuales se encuentran las de comunicaciones, economía agrícola y pecuaria, educación y otras más que, debidamente coordinadas con las de salubridad, dan a esas agencias características distintivas en sus métodos de trabajo.
“En parte, esas mismas normas son las que gobiernan la filosofía de los Centros de Bienestar Social Rural de la Secretaría de Salubridad y Asistencia; si bien estos últimos proyectos ponen, como es lógico suponer, una énfasis mayor en la acción sanitaria que en las restantes y, por otra parte, se desenvuelven principalmente en núcleos rurales de cultura nacional. La preparación del personal técnico que tiene bajo su responsabilidad la ejecución de las actividades sanitarias, en unas y en otras agencias, se lleva a cabo en la Escuela de Salud Pública del Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales. En este centro docente se imparten cursos de adiestramiento entre los que figura una cátedra de Antropología Social aplicada a los programas de salud y cuyo contenido forma la médula de este trabajo”. (“Introducción” a Programas de salud..., p. 7. El subrayado es mío, c. z.).
26 La denominación de intelectuales orgánicos es empleada también por Aguirre Beltrán en las páginas finales de Antropología médica para referirse a “un grupo de profesionales indios que (...) tienen como encomienda acumular hegemonía en cada pueblo étnico con el fin de echar a andar, desde dentro, el proceso de transformación que los libere de su situación de casta irredenta”. Cfr. Antropología médica, p. 281.
27 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Cuijla. Esbozo etnográfico de un pueblo negro, México, fce, Lecturas Mexicanas 90, 1985.
28 Medicina y magia. El proceso de aculturación en la estructura colonial, México, ini, 1980, p. 276.
29 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Medicina y magia, p. 17. La reiteración de expresiones de corte psicológico, relativas a las más diversas materias, es una constante en su obra: “En lo general, el pensamiento antropológico de México ha tratado deliberadamente de sumergir en el subconsciente al negro”, afirma en “Oposición de raza y cultura en el pensamiento antropológico mexicano”, en Revista Mexicana de Sociología, vol. 31, no. 1 (Ene-Mar, 1969), pp. 51-71.
30 Ibíd.
31 Véase el apartado 9. “Angustia y aculturación”, pp. 84-91.
32 Antropología médica, pp. 84-85.
33 Medicina y magia, p. 15. El subrayado es mío, c. z.
34 Ibíd., pp. 98-114.
35 Esta problemática ha sido planteada en la vasta e importante obra de Eduardo L. Menéndez, despunta en el Guillermo Bonfil del Diagnóstico sobre el hambre en Sudzal, Yucatán (1962), y ha recibido contribuciones significativas de autores como Graciela Freyermuth, María Eugenia Módena, Paola Sesia, Roberto Campos Navarro, Armando Haro, Paul Hersch, Roberto Castro, Catalina Denman, Rosa María Osorio, Zuanilda Mendoza, Lilián González, Renée Di Pardo, Antonio Tascón, Gonzalo Solís, Soledad Mata, Alberto Ysunza, Xóchitl Castañeda, Virginia Mellado, Antonella Fagetti y otros que omitimos involuntariamente aquí. Sugerimos la lectura de la actualizada revisión del desarrollo de la disciplina hecha por Graciela Freyermuth y Paola Sesia, “Del curanderismo a la influencia aviaria: viejas y nuevas perspectivas de la antropología médica”, Desacatos, núm. 20, enero-junio 2006, pp. 9-28.
36 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Medicina y magia, p. 36. Véase también el apartado “La reducción” en mi trabajo “La medicina tradicional y la noción de recurso para la salud”, incluido en Lozoya, Xavier y Carlos Zolla, La medicina invisible. Introducción al estudio de la medicina tradicional de México, México, Folios, 1983, pp. 14-37, y especialmente 14-16.
37 Medicina y magia, p. 36.
38 Ídem, p. 37.
39 Aguirre Beltrán publicó dos años después de Programas de salud... su obra El proceso de aculturación y el cambio socio-cultural en México, México, unam, 1957.
40 Recuérdese, a propósito de la persistencia en México de la dualidad frío-calor, su originalidad americana o su difusión desde Europa, la polémica entre George Foster y Alfredo López Austin.
41 Aguirre Beltrán, G., “Prólogo a la segunda reimpresión” de Programas de salud..., op. cit., pp. 15-16. En 1995, al presentar en Xalapa nuestra Biblioteca de la medicina tradicional mexicana en el ciesas-Golfo, pregunté a Aguirre Beltrán –ya que él citaba un trabajo mío de los años en imeplam– acerca de si mantenía su caracterización de nosotros como “relativistas culturales”. El viejo maestro me replicó con picardía y concisión: “Lo dije como un elogio. Los positivistas se habían olvidado de la cultura”.
42 Medicina y magia, pp. 14 y 15.
43 Medicina y magia, p. 14.
44 Programas de salud..., p. 10.
45 Medicina y magia, p. 122.
46 Medicina y magia, p. 123-124.
47 Medicina y magia, pp. 15 y 16.
48 Medicina y magia, p. 276.
49 “La pesquisa del dato histórico se llevó a cabo en el Archivo General de la Nación, los años 1942 y 43, durante la búsqueda general de los antecedentes de la población negra en México. En 1945 la indagación, específicamente encaminada a descubrir las ideas y patrones de acción de la medicina colonial, nos permitieron completar, a entera satisfacción, la recopilación de materiales” Medicina y magia, pp. 14-15.
50 Es importante señalar que para Aguirre Beltrán “el negro nunca constituyó una casta o un grupo social integrado ni aun en los casos en que fundó palenques de cimarrones y gozó la libertad del fugitivo. La distinta procedencia tribal, las diferencias lingüísticas y, ante todo, el desequilibrio en sexo y edad que caracteriza su introducción, le obligó al mestizaje biológico y cultural con el indio y el español”.Ibíd, pp. 274-275.
51 Ibíd., p. 264.
Zolla, Carlos (2008). Antropología médica, salud y medicina en la obra de Gonzalo Aguirre. El Devenir de los Pueblos Indígenas, Afrodescendiente y la Población Inmigrante. Recuperado el [fecha de consulta] de https://www.nacionmulticultural.unam.mx/secciones/devenir-PIAPI/Carlos-Zolla-20081008.html