LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE MÉXICO
100 PREGUNTAS
27.- ¿Qué es el multiculturalismo?

Descripción de un hecho social real, reclamo de reconocimiento de las diferencias, defensa de las minorías y de las identidades, expresión preocupada por el "aluvión" migratorio de "los otros" hacia los países desarrollados, anhelo de relaciones de reciprocidad respetuosa y constructiva entre las culturas o, en fin, moda del imaginario político e intelectual de la posmodernidad, lo cierto es que el debate a propósito del multiculturalismo (con sus asociaciones y referencias a la multiculturalidad, la pluriculturalidad y la interculturalidad) ocupa hoy un lugar central en los discursos político, antropológico, educativo, lingüístico, indigenista o feminista, por citar sólo algunos de los múltiples escenarios en donde se debaten las políticas públicas o las formas elementales de la convivencia. Y en esos escenarios múltiples, que convergen o divergen según países, grupos sociales o ideologías, aparecen asociadas las discusiones sobre la política de la identidad, las concepciones de Estado y Nación, la crisis de los partidos y la legitimidad de las representaciones ciudadanas, los proyectos autonómicos, los fundamentalismos, la crítica cultural, la etnicidad y, por supuesto, la globalización y el derecho a la cultura propia.

El término "multiculturalismo" se ha empleado en tantos contextos y con significados tan distintos que ha perdido prácticamente se capacidad para designar un corpus analítico e ideológico concreto. En términos generales alude a una postura moral y políticamente favorable al pluralismo cultural y a los modelos de integración social y de gestión política que persigan su fomento. Los principios de la tolerancia y del respeto serían, pues, esenciales a la estructura normativa del multiculturalismo. Su institucionalización corresponde, por el lado jurídico, al ámbito de los derechos ciudadanos; su puesta en práctica, a los programas de políticas públicas del Estado intervencionista [...] El valor del multiculturalismo como concepto es más sintomático que descriptivo. Su aplicación en contextos tan variados refleja el auge cobrado por los distintos lenguajes contemporáneos de la identidad. En torno a las categorías de la diferencia, la experiencia y la autenticidad esos lenguajes han articulado formas de discurso político que arremeten contra las deficiencias institucionales, reales o imaginarias, de los modelos democráticos establecidos [Colom, 1998: 105-106].

Entre los autores que han defendido, con diversos argumentos, las tesis del multiculturalismo destacan los canadienses Charles Taylor y Will Kymlicka (Taylor, 1993; Kymlicka, 1996),8 el primero con la llamada "política del reconocimiento" y el segundo para caracterizar lo que denomina "ciudadanía multicultural". Taylor hace un extenso balance de las razones y mecanismos del reconocimiento, tanto del que anhelan algunos grupos sociale en las sociedades multiculturales con regímenes liberales, como de las posturas filosóficas y políticas del liberalismo:

Hay una forma de política del respeto igualitario, consagrada en el liberalismo de los derechos, que no tolera la diferencia, porque a) insiste en una aplicación uniforme de las reglas que definen esos derechos, sin excepción, y b) desconfía de las metas colectivas [...] El liberalismo no constituye un posible campo de reunión para todas las culturas, sino que es la expresión política de cierto género de culturas, totalmente incompatible con otros géneros [Taylor, 1993: 90, 92].

Y con respecto a la posibilidad de encontrar políticas y asumir conductas que nos permitan reconocer el valor de las culturas y de su coexistencia, Taylor señala que "se necesitaría una arrogancia suprema para descartar a priori esta posibilidad". Pero también, y ésta no es una observación marginal, es necesario "que admitamos que aún nos encontramos muy lejos de ese horizonte último desde el cual el valor relativo de las diversas culturas podrá evidenciarse. Esto significa romper con la ilusión que aún embarga a muchos ‘multiculturalistas’, así como a sus más enconados adversarios" (ibid.: 106-107).

El multiculturalismo de Kymlicka —cuyo referente principal es el Canadá pluriétnico y multilingüe, con pueblos indígenas originarios pero con un aluvión migratorio internacional importante— es, a la vez, una crítica y una defensa del liberalismo: se trata de complementar "los principios tradicionales de los derechos humanos con una teoría de los derechos de las minorías", empresa en donde el Estado multicultural ejerza "una teoría de la justicia omniabarcadora [que] incluirá tanto derechos universales, asignados a los individuos independientemente de su pertenencia de grupo, como determinados derechos diferenciados de grupo, es decir, un ‘estatus especial’ para la culturas minoritarias" (Kymlicka, 1996: 18, 19).

8 También, David Miller, John Rawls (Teoría de la justicia) y algunos miembros de la escuela historiográfica de los lenguajes políticos, de Cambridge: Nancy Frazer, Nathan Glazer y Michael Walzer. Un crítico del multiculturalismo desde posiciones conservadoras es Giovanni Sartori. Otros autores ampliamente citados en estas discusiones, aunque no sean considerados multiculturalistas, son Alain Touraine, Daniel Bell, Thomas Humphrey Marshall y Ernst Gellner.