LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE MÉXICO
100 PREGUNTAS
28.- ¿Qué son las regiones interculturales y las regiones de refugio indígenas?

A partir de la redefinición de la teoría y la prácticas indigenistas del Estado mexicano posrevolucionario (fenómeno que tuvo lugar en la década de los 50 con la creación de los primeros Centros Coordinadores Indigenistas del INI), se dejó de ubicar a la comunidad como destinataria principal de los programas, y se consideró a la región intercultural y a las regiones de refugio indígenas como las áreas de la acción gubernamental integral. Aunque a veces se emplean ambas expresiones como equivalentes, los textos del indigenismo de formulación mas rigurosa reservan la primera —la región intercultural— para designar al espacio geo-cultural en donde interactúan indígenas y mestizos (o ladinos) y que consta de un núcleo rector (una ciudad primada) y su hinterland que abarca un número variable de comunidades indígenas, formando estas últimas la región de refugio propiamente dicha.

En esas regiones marginadas quedan comprendidas las zonas de refugio habitadas por indígenas, de lengua y cultura diferentes a la nacional, que, como inevitable residuo de su desarrollo histórico, han permanecido sujetas a la explotación de los grupos de población culturalmente más avanzados, enclaustradas en sus regiones de refugio, viviendo una vida de mera subsistencia y manteniendo inconmovibles sus antiguos valores y patrones de conducta, a favor de un conservatismo tenaz que crea motivaciones y actitudes contrarias al cambio y a la transformación [Aguirre Beltrán, 1987: 243].

En la teoría indigenista del periodo al que nos hemos referido, la existencia de la región de refugio es resultado de la lucha por la ocupación del territorio entre grupos de culturas distintas:

los grupos cuya cultura es menos evolucionada van quedando rezagados en las regiones que por su clima o su topografía, son marginales y en las cuales es posible mantener una vida de mera subsistencia. Ecológicamente consideradas éstas son regiones en las cuales las especies vegetales y los animales —entre ellas el hombre— se encuentran protegidas por barreras físicas contra la competencia. Estas regiones menos favorecidas, son regiones de refugio, porque su situación marginal y su aislamiento las defienden de la agresión de los grupos más adelantados. En cierta medida podríamos decir que los indígenas fueron empujados a ellas por los movimientos de expansión europea; pero, con mayor rigor histórico, debemos afirmar que en esas regiones lograron sobrevivir las antiguas poblaciones que ahí estuvieron establecidas. Debido a la geografía enemiga y a las características peculiares que tomó la explotación colonial, dichas poblaciones se salvaron de la extinción y por ello pudieron preservar la identidad de sus formas de vida con las modificaciones que, en grado menor o mayor, produjo el proceso de aculturación [ibid.: 26. El subrayado es nuestro].

La región intercultural es el lugar de coexistencia de

dos grupos humanos con formas de vida distintas, los mestizos y los indios. Los primeros son parte integrante del grupo mayoritario del país y poseen una cultura que es una variante regional de la cultural nacional; por lo común pueblan en una ciudad que actúa como grupo rector de una amplia área geográfica que constituye el hinterland de la urbe. Viven en simbiosis socioeconómica con los indios... [Aguirre Beltrán, 1994 (1955): 36].

Nótese —a propósito de las discusiones actuales sobre pluriculturalidad e interculturalidad— que en la concepción de este indigenismo se da por sentada la existencia de una cultura nacional, de la que la cultura de los mestizos en las regiones interculturales es una variante regional. La interculturalidad aparece así identificada en las zonas de contacto de indios y mestizos; no es supuesta para otras áreas del país (los centros urbanos, por ejemplo) y, sobre todo, no es garantía de relaciones armónicas. Estas contradicciones y conflictos en las regiones interculturales, y el papel no siempre ejemplar de los sectores "más evolucionados" no escaparon a la percepción de autores como Aguirre Beltrán al alentar los procesos de integración de los indígenas a la sociedad y a la cultura nacionales (recuérdense las acusaciones de comunistas [sic] que pesaron sobre Caso y el propio Aguirre por parte de los "representantes —caciquiles— de la cultura nacional" avanzada en la Tarahumara y en Chiapas). De allí que, no sin cautela, se afirme y se precise:

Una verdadera nación sólo puede formarse con la participación igualitaria y racional de toda la ciudadanía en una sociedad global. La casta superordinada, representada por los ladinos, con la falsa conciencia heredada de la dominación colonial, no podía servir como núcleo en derredor del cual se aglutinaran los indios y las intercastas constituidas por revestidos, cholos y mestizos. El pensamiento y la emoción de esa casta se hallaban situados fuera de las fronteras de la patria; enajenados en las viejas metrópolis europeas [Aguirre Beltrán, 1987: 240].

Por lo que la praxis indigenista de los Centros Coordinadores debía tener en cuenta que:

Si bien el énfasis y el mayor volumen de su acción están enfocados a resolver los graves problemas que exponen las comunidades indias, no por eso se olvidan los que sufre la ciudad ladina, cuya estructura económica e ideología retrógrada es indispensable modificar para alcanzar resultados perdurables. La acción integral no sólo contiene la concatenación de acciones específicas sobre los múltiples aspectos de una de las culturas, sino sobre la totalidad de las culturas en interacción [ibid.: 248].